sábado, 1 de noviembre de 2008

Tranquilidad

Otra pequeña serie -dos ejemplares- de algo sencillo como la vida misma. Fotos tomadas sobre la sábana de la cama, posiblemente después de una ducha, o antes de ella. Fotos íntimas, fotos boudoir, como dirían los cursis de los EEUU, reflejando el momento o el espacio donde -o cuando- se forma el mejor triángulo del mundo: yo, ella y la cámara. Para dejar constancia de datos técnicos, hoy La Gata exhibe un esmalte en rosa perlado, de esos que durante mucho tiempo se consideraron privilegio exclusivo de las señoras mayores, y que ahora, en momentos en los que cualquier esmalte es adecuado, realza y personaliza la joven madurez (o la madura juventud) de mi compañera.
Sigue otra vista prácticamente igual a la aterior, pero dejo al ojo curioso del observador acariciar cada dedo, cada articulación, cada tendón, cada uña, cada centímetro de la piel de La Gata con su vista, busvcando las pequeñas e imperceptibles diferencias. Como su estuviera jugando a aquel juego de las siete diferencias o los siete errores. No sé ni me importa, saber cuántas diferencias hay. Errores, desde luego, no hay ninguno. Como todos los juegos, como este mismo blog, que en sí mismo no es más que un juego, lo divertido es jugarlo, es tenerlo disponible, es saber que puede hacerse algo diferente (aunque simpre sea la repetición de algo igual a sí mismo) cada día. Y como sucede con todos los juegos, repetir diariamente un ritual despeja la mente e infunde la paz.

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